En
la residencia de Keiko Fujimori se han reunido la crema y la nata de Fuerza
Popular. Los hombres y mujeres fuertes del fujimorismo se encuentran
cómodamente sentados en la sala. La candidata está de pie frente a todos. Junto
a ella, su vicepresidente José Chlimper se muestra imperturbable.
-Bueno,
como ustedes saben PPK ha venido repartiendo ministerios como si ya estuviera
en el poder y eso se lo hemos criticado con dureza –dijo Keiko.
En
ese momento entra intempestivamente Kenji.
-Perdona
Keiko, me demoré por estar conversando con Salvador.
-¿Y
qué dice Heresi? ¿No va a venir?
-No,
dice que tiene una cita con PPK.
-Pero,
¿cómo? ¿Va a estar o no con nosotros?
-Todavía
tiene sus dudas, pero me dijo que sin falta va a tomar una decisión.
-¿Cuándo?
-Después
de la segunda vuelta.
Keiko
da un suspiro y Kenji entra a la sala,
busca un lugar y toma asiento.
-Bueno,
les decía, PPK cometió el error de repartir cargos cuando todavía no ha ganado
nada. Nosotros vamos a hacer las cosas como se debe, o sea sin que nadie se
entere.
Repentinos
aplausos se escuchan en la sala. Keiko estira sus manos y les pide calma.
Cuando el silencio vuelve a copar el lugar, la candidata retoma la palabra.
-Bueno,
entonces vamos a nombrar a los ministros por elección, como si fuéramos
democráticos. Empecemos, ¿quién quiere ser Primer Ministro?
En
ese instante Chlimper codea levemente a Keiko, pero ella no acusa recibo. En la
sala, todas las manos están alzadas mientras Galarreta, en un rincón, considera
que se trata de un método injusto.
-Vaya,
tenemos muchos voluntarios.
Chlimper
carraspea, una, dos, tres veces. Keiko voltea a verlo.
-¿Estás
bien José?
-Sí,
sí, estoy bien.
Keiko
asiente y vuelve a mirar hacia la sala donde los demás siguen expectantes.
Entonces Chilmper vuelve a codearla, pero con más fuerza. Keiko voltea a verlo
y comprende.
-Bueno,
les agradezco a todos su desprendimiento y sus ganas de servir al país, pero yo
creo que aquí José Chlimper sería un excelente premier.
-No
sé qué decir, Keiko –dijo Chlimper-. Me tomas por sorpresa.
-Decidido
entonces, José será nuestro primer ministro.
Chlimper
saluda moviendo la mano al momento que se escuchan algunos aplausos desganados.
-Bueno,
a ver qué ministerio sigue.
De
pronto Octavio Salazar se levanta.
-Perdona
Keiko, pero antes que sigas, quiero proponer a alguien para el Ministerio del
Interior.
-Vaya
general, qué generoso. ¿Y a quién tiene en mente?
-A
mí.
Keiko
abre los ojos y sonríe. Otro murmullo recorre la sala.
-Bueno,
pues, después de todo creo que no es mala idea. Que no se hable más entonces.
De
pronto Kenji da un paso adelante.
-Un
momento, ¿por qué no quieres que se hable más? ¿Acaso nos quieres callar?
-Kenji,
hijo –intervino María Luisa Cuculizza- te has confundido. Tu hermana solo dijo
que ya todo estaba terminado.
-¿Cómo
que terminado? Todavía faltan un montón de misterios.
-Dirás
que todavía faltan un montón de ministerios.
-Ya
ves –dijo mirando a Keiko- ella piensa lo mismo.
-No,
Kenji –dijo Cuculizza- olvídate. Todo está bien. Dejemos que tu hermana siga
con la repartija….digo, con la repartición de cargos.
Kenji,
con el rostro adusto, mira a su hermana, luego a Cuculizza. A ella le hace un
ademán de aceptación y se vuelve a sentar.
-Bueno,
ahora ¿quién quiere ser Ministro de Justicia?
Varias
alzan sus manos, algunos las dos.
-Tiene
que ser alguien íntegro, –dijo Keiko-. Que tenga una trayectoria impecable, que
no tenga acusaciones ni juicios en curso.
Ni
una sola mano queda levantada. Entonces
Kenji vuelve a ponerse de pie.
-Pero
Keiko, ¿no estás siendo muy rigurosa? ¿Y la presunción de inocencia?
-Un
momentito –dijo Becerril, levantándose del mueble-. Yo no he sido investigado
por nada.
El
lugar de pronto queda en silencio. Keiko y Kenji se miran un momento. Luego
Kenji vuelve a sentarse y Keiko se dirige a Becerril.
-¿No
te han investigado por nada?
-No
–dijo Becerril, orgulloso-. No que me acuerde.
-¿Y
eres una persona íntegra?
-Sí,
nada me falta. A veces me falla la memoria nomás.
-¿Y
sabes lo que tiene que hacer un Ministro de Justicia?
-Mmm…o
sea, saber lo que se dice saber no, pero sé que te ponen un fajín.
-Bueno,
está bien –dijo ahora mirando a la sala-. Becerril entonces será el Ministro de
Justicia.
Se
escuchan un par de aplausos nada más, los del propio Becerril. De pronto,
ingresa una asistente de Keiko y le susurra unas palabras al oído.
-¿Ah
sí? –dijo Keiko- ¿Cuántos son?
-Son
como cinco dirigentes, pero representan a cientos de miles.
-¿Qué
pasa? –intervino Chlimper.
-Unos
mineros ilegales que quieren que firme un acuerdo de no sé qué.
-Ah
ya, debe ser de la formalización. A ver, cientos de miles de familias. Que sean
padre y madre por familia, que haya al menos un hijo mayor de edad, ahí son
tres, si son cientos de familias, ahí tenemos…mmm…tenemos un montón de votos.
-¿Entonces
firmó el acuerdo?
-Firma
lo que sea con tal que voten por nosotros.
Keiko
asiente, le dice a la asistente que lleve a los dirigentes al recibidor y que
les diga que en seguida los atiende.
-Me
olvidada –dijo Keiko antes de que la asistente se fuera- fíjate que se limpien
bien los zapatos antes de entrar. No vaya a ser que me llenen de mercurio la
alfombra.
-Bien
pensado –dijo Chlimper.
Luego
Keiko observa la sala, donde los murmullos ya habían empezado.
-Señores,
señoras, ha surgido un imprevisto.
-Caramba
–dijo Kenji- ¿Así de pronto?
-Sí
Kenji, así de pronto. Vamos a tener que dejar esto para otra ocasión. Gracias
por venir.
Keiko
se va con Chlimper al encuentro de los mineros ilegales, mientras en la sala la
mayoría sigue departiendo. Becerril le pregunta a todo mundo si los fajines los
hacen a medida o vienen por tallas. A un par de metros de él, Salazar está
conversando con Miyashiro y le dice que su primera medida como Ministro del
Interior va a ser declarar amnistía general para todos los pishtacos. “Parece
que el jefe es un tal doctor Olaya”, le confiesa.
Publicado en la revista Velaverde Nº164
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