La vida no es eterna;
lo sabemos. Y aunque es verdad que si así fuera sería un suplicio, digo yo, tampoco
tenía por qué ser tan breve. Sin embargo, para algunos habitantes de este “valle
de lágrimas” -¿no sería mejor río de lágrimas?- el continuo ejercicio de la
respiración se les hace insufrible y prefieren hundirse, por propia mano, en la
oscuridad final. En tal sentido, el suicidio –o como lo llamó Nabokov: “ese
absurdo despilfarro del yo”- es y seguirá siendo, paradójicamente, parte de la
vida. Juzgarlo o entenderlo es transitar por un terreno farragoso y en extremo
complicado al cual no pretendo ingresar, primero muerto.
Menos lúgubre, aunque
no menos trágico e inexplicable es el suicidio político. Huelgan los ejemplos
de quienes, fascinados en igual medida por la pulsión tanática y la política,
deciden lanzarse a una piscina sin agua o, mejorando la alegoría, a una ánfora
sin votos.
Esta forma de marchar
entusiasta hacia la derrota inevitable es, pese a todo, moneda corriente en la
vida de un político. De él se espera que pierda muchas elecciones antes de
lograr alguna victoria, si acaso esta llega, y todo eso sin perder la sonrisa
ni la paciencia, o al menos alguna de ellas. Sin embargo, ¿qué puede llevar a
un tecnócrata a seguir los mismos pasos? ¿Por qué un hombre que ha trabajado en
el Estado, pero que no tiene experiencia política, quiere agregar a su hoja de
vida una derrota electoral de proporciones?
Me estoy refiriendo, desde
luego, al flamante precandidato nacionalista Milton Von Hesse, quien tiene la
dudosa fortuna de haber sido escogido para, en palabras de Nadine Heredia,
“seguir el legado de Ollanta Humala”.
Von Hesse, cuyo apellido
puede recordar a un famoso personaje cazador de vampiros,
es un economista de no pocas credenciales académicas. Repartido entre su
rol de funcionario público y profesor universitario, permaneció alejado de los
reflectores políticos hasta que en el 2012 el gobierno nacionalista del
presidente Humala lo nombró Ministro de Agricultura. Dos años después, juramentó
como Ministro de Vivienda, Construcción y Saneamiento. Quienes lo conocen dicen
que se trata de una persona competente y honrada; quienes no lo conocen, en
cambio, prefieren no opinar. Sobre su gestión en ambos sectores, las críticas
apuntan a su debilidad por el lobby, aunque sus defensores –previo cabildeo-
nos han convencido que nada de ello es ilegal.
Retomo entonces aquí la
pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué Von Hesse acepta ser candidato de un gobierno que
–en aparente guiño a la física cuántica- existe, pero ya dejó de existir? ¿Acaso
no es consciente que le van a endilgar los pasivos de este gobierno, sobre todo
aquellos relacionados a las acusaciones contra la primera dama? ¿Será que no es
consciente que el partido por el que postula tiene la firmeza de un castillo de
naipes en medio del huracán “Patricia”? ¿O, será que, simplemente, no es
consciente?
Algunos analistas –ciertamente
no los más serios- han deslizado la posibilidad de que durante los años en los que
Von Hesse ha interactuado con la pareja presidencial ha sufrido una suerte de
gradual lobotomía nacionalista. Ello significaría que la mente de Von Hesse se
encuentra actualmente en piloto automático y que, asimismo, sus cualidades analíticas
se han reducido al punto que Kenyi podría hacerle el jaque mate pastor dos
veces seguidas.
Esta descabellada
teoría, sin embargo, quedó robustecida el día en que Von Hesse fue inscrito
oficialmente como militante nacionalista. En aquella ocasión, el exministro
llegó sonriendo y con los brazos levantados al local del partido. Atravesó la
portátil e ingresó al local, donde ya la presidenta de la agrupación lo
esperaba para el show respectivo. Von Hesse parecía tan feliz que más de uno se
preguntaba si en verdad comprendía lo que estaba ocurriendo. Con la sonrisa
tatuada en su rostro, el único precandidato del nacionalismo, saludaba a
diestra, a siniestra y a todos los que le llamaban y coreaban su nombre con la
arenga inédita: ¡Miltón presidente!, ¡Miltón presidente!
Ahora que Von Hesse
ha decidido lanzarse al vacío electoral y despilfarrar absurdamente su yo
político, solo me queda desearle la mejor de las suertes, es decir, que
no postule. Sin embargo, Von Hesse está tan entusiasmado con su candidatura que
inclusive piensa –piensa es un decir- que puede ser el próximo presidente del
Perú.
Publicado en la revista Velaverde Nº138
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