El
autor de esta columna ha cedido su espacio esta semana para hacer pública la
carta de uno de nuestros lectores. Lamentablemente, y pese a los esfuerzos de la revista "Velaverde", todo indica que la próxima semana el autor volverá con su columna habitual.
Soy Eleodoro Mosquera.
Podrían llamarme Juan, pero no tendría sentido. En cambio, más sensato sería si
me llaman Don Eleodoro; aunque lo mejor sería que simplemente no me llamen.
Aunque quizá sí. Les explico. La verdad nunca he sido muy extrovertido, pero de
pronto, hoy me he despertado con ganas de decir cosas, pero cosas de
importancia, cosas que pueden salvar a mi país. Quizá interese decirles que
tengo más de 80 años y que he vivido lo suficiente como para darles consejos a
las nuevas generaciones, al futuro del país, es decir, a los pulpines.
Quizá, para
principiar, convenga contarles algo sobre mi vida. Aquí donde me ven, o donde
me leen, debo decirles que nací siendo muy joven, al menos eso dicen mis padres.
Quiero decirles también que desde muy joven aprendí a querer a mi país y por
eso hoy me decidí a escribirles en esta vieja máquina de escribir, así que
sabrán disculpar si encuentran algún error tipo tipográfico.
Miren jóvenes y no
tan jóvenes, no se dejen engañar por los partidos políticos, no ven que siempre
toman partido por sus políticos. Les cuento, he visto pasar ante mis ojos a
gran cantidad de gobernantes y les puedo decir que la inmensa mayoría de ellos
han sido corruptos e ineptos, algunos más corruptos que ineptos, y algunos
ineptos para todo menos para la corrupción. No quiero parecer pesimista, pero
alguien dijo alguna vez eso de que un pesimista es un optimista bien informado.
Y, según me han informado, tenía razón.
Ahora que la campaña
electoral está por empezar me gustaría contarles de todos los candidatos, de
todos, pero no hay tiempo ni espacio para eso, pero algo podremos hacer,
siempre y cuando el autor de esta columna me vuelva a ceder su espacio (en
realidad me lo alquiló, pero eso no debo decirlo) y, por supuesto, siempre que
mi vieja pero fiel máquina de escribir y yo sigamos funcionando.
Pero por algún lugar
habrá que empezar y voy a empezar por la candidatura que hace meses figura en
el primer lugar de las encuestas: la señora Keiko Fujimori.
Les cuento. Por
razones laborales que no vienen a cuento, conocí a la señora Susana Higushi un par de años antes que
el país entero conociera a su esposo, Alberto Fujimori. Un día la entonces
primera dama me invitó un café y me contó que se había dado cuenta que sus
cuñadas estaban vendiendo la ropa que había sido donada a los niños pobres. “No
sabes el negocio que están haciendo”, me dijo en confidencia. “¿Qué opinas?”,
me consultó. “No sé”, le dije. “Tendría que saber primero qué tallas tienen.
Mis hijos ya están grandes”. “No”, me dijo. “Lo que no sé es si debo o no
denunciarlo”. “Claro que sí”, le dije. Días después, la noticia causó gran
revuelo en el ambiente político, pero las investigaciones no duraron mucho
porque semanas después Fujimori dio el autogolpe de Estado y cerró el Congreso.
Ese mismo día en la mañana hablé con Susana por teléfono. “Van a cerrar el
Congreso”, me dijo. “¿Todo para defender a su familia?”, le pregunté. “No, lo
van a cerrar para cambiar las leyes y que el SIN y Montesinos tengan todo el
control del Estado”.
Días después el paradero de
Susana se hizo desconocido para la prensa. Luego se conoció que Fujimori
había recluido durante un tiempo a Susana en los calabozos del SIE y ahí fue
torturada durante un tiempo. Tiempo después le pregunté: “¿Y Keiko?” “Mejor no
te cuento”, me dijo. “Ella ya era mayor de edad y sabía lo que me hicieron,
pero prefirió todo lo que le daba su padre”.
Este conflicto madre-hija es un tema delicado, aunque las torturas a
Susana están documentadas. Si me preguntan a mí, que he visto en mi vida tantas
cosas, creo que Keiko debió ser más leal con su madre, pero esa es mi opinión.
Ya vi que me fui por las ramas. El punto que quería tocar de Keiko y del
fujimorismo es que, aún hoy, siguen defendiendo el autogolpe del 5 de abril. Yo
he trabajado junto a la comisión investigadora que se formó en el Congreso y les
puedo asegurar que el cierre del Congreso fue solo para empoderar a Montesinos
con la anuencia de Fujimori. Pero los fujimoristas no son capaces de hacer un
deslinde claro, y no lo hacen porque siguen pensando igual, siguen teniendo la
misma entraña autoritaria.
Podría hablar más sobre Keiko y muchísimo más sobre los demás
candidatos, pero ya se me acabó el espacio. Además ya es tarde, mi máquina hace
mucha bulla y mis vecinos se pueden despertar. Pensándolo bien, tengo más de 80
años y si quiero voy a seguir tecleando un rato más. Y si se despiertan, mala
suerte. Después de todo, creo que son fujimoristas.
Publicado en la revista "Velaverde" Nº127
No hay comentarios:
Publicar un comentario