Sentado
en el sillón municipal, Luis Castañeda mira con satisfacción cada rincón de la
amplia oficina. El sonido del teléfono lo saca del ensueño: “Lo busca la señora
Juárez”.
Patricia
Juárez ingresa a la oficina. Da unos pasos y se sienta frente al escritorio del
alcalde.
-Fíjate
-dice el alcalde y luego vuelve a dar una mirada rápida a la oficina-. Hace cuatro
años que no estamos aquí.
Juárez
observa también y asiente.
-Sí,
pues.
-Pero
debimos estar antes –dice el alcalde, agravando la voz-. Tanto gastamos en esa
revocatoria y no pasó nada.
-Bueno,
tampoco no es que no pasó nada –dice Juárez-. Acuérdate que revocaron a tu
hijo.
Castañeda
mueve la cabeza.
-No
me olvido de eso, ni de todo lo que Susana y su gente dijeron de mí.
-A
ver Patricia, dime, ¿ya está lista la banda?…quiero decir ¿ya está listo el
equipo de trabajo?
-Sí,
sí, ya. Solo nos faltan dos que deben estar llegando la próxima semana.
-¿Y
por qué demoran tanto? ¿Vienen del extranjero?
-No,
son de aquí, pero el INPE demora para darles libertad condicional.
-Ah
bueno –dice Castañeda-. Y dime, ¿ya botaste a los 3 mil trabajadores que te dije?
-Todavía
no.
-Pero
Patricia, esa gente estuvo con Susana y no pueden estar un minuto más en el
municipio. ¿Por qué siguen aquí?
-Es
que no pude hacerlo.
-Te ganó la conciencia.
-No, me ganó la hora. Estuve toda la tarde arreglándome para la juramentación.
-¿Me lo juras?
-Te ganó la conciencia.
-No, me ganó la hora. Estuve toda la tarde arreglándome para la juramentación.
-¿Me lo juras?
Juárez
dio un suspiro y se inclinó hacia adelante.
-Lucho,
¿estás seguro que quieres botar a tanta gente? Mira que después de todo son
votantes.
-Qué
nos importan los votos ahora.
-Yo
lo decía porque son muchísimas personas.
-Mejor
pues –dice Castañeda-. Seguro que entre todos esos vamos a botar a algunos
corruptos.
-Lo
dices porque no quieres malos elementos.
-Lo
digo porque no quiero competencia.
Juárez
negó con la cabeza.
-¿Qué
pasa Patricia? Ahora te me vas a ablandar. ¿Qué no te acuerdas de nuestro plan
de trabajo?
-Sí,
claro.
Entonces
Castañeda se pone de pie, se toma las manos detrás de la espalda y empieza a
caminar.
-A
ver, repasemos –dice-. Primer punto.
-Sacar
a todos los que trabajaron con Susana.
-Exacto.
Punto dos.
-Decir
que todo lo que hizo Susana estuvo mal.
-Perfecto.
Punto tres.
-Asegurar
que el municipio está en quiebra.
-Eso
mismo. Y no te olvides que hay que imprimir millares de folletos para difundir
que estamos quebrados. Sigamos, punto cuatro.
-No
tenemos punto cuatro.
El
alcalde se detiene de golpe, vuelve a sentarse y mira fijo a Juárez.
-¿No
tenemos punto cuatro?
-No.
-¿Estás
segura?
-Claro.
Solo tenemos tres puntos.
-¿Solo
tres? ¿Y por qué nadie me lo dijo?
Juárez
mira extrañada a Castañeda. Tras un momento de silencio, el alcalde da un golpe
sobre el escritorio.
-Necesitamos
un punto cuatro –dice Castañeda-
Juárez
se pasa la mano por la frente.
-Bueno
Lucho, ¿y entonces?, ¿de todas formas vamos a botar a esta gente?
-Por
supuesto.
-¿Sabes
lo que es solidaridad?
-Claro,
nuestro partido.
-Está
bien. Si tanto insistes, así será. Después de todo quizá tengas razón. Si
estuvieron con Susana ya no son confiables.
-Eso
mismo. Además acuérdate cómo nos trató Susana.
-¿Cómo
nos merecíamos?
-Exacto.
Y eso no se lo perdonaré.
-Tienes
razón Lucho. ¿Qué es eso de habernos investigado tanto con lo de Comunicore?
Como si nosotros hubiéramos hecho lo que hicimos.
Castañeda
se pone de pie.
-Eso
es. Lo tengo.
-¿Qué
tienes?
-El
punto cuatro.
-¿Y
cuál es?
-No
más Comunicore.
-¿Estás
seguro Lucho?
-Claro. Otro nombre se nos
ocurrirá.Publicado en la revista Velaverde N°97
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