martes, 2 de febrero de 2016

Favre, Townsend y la defensa de Acuña

En la residencia de César Acuña, es decir, en la verdadera residencia, estaban reunidos el candidato de la raza distinta, Anel Townsend y el asesor Luis Favre. La denuncia de plagio contra Acuña acababa de salir en la prensa.

-Entonces usted plagió la tesis –dijo Favre mirando a Acuña.
-Técnicamente no –se adelantó Townsend-. Él contrató a alguien para que le hiciera la tesis y ese tipo fue el que hizo el plagio. Cómo ve, César es inocente.

Favre dejó el vaso de agua con hielo sobre la mesa del centro y se puso de pie. Entonces caminó a paso lento por la amplia sala. Acuña miró a Townsend y esta alzó los hombros.



-Antes de la mentira es la verdad –dijo de pronto Favre, con la misma postura y talante de quien inicia una conferencia.

Acuña abrió los ojos.

-Me gusta esa frase –dijo Acuña y Townsend lo miró extrañada-. La quiero.
-¿Quiere qué?
-La frase esa que dijo de la verdad y la mentira.
-Puede usarla sin problemas.
-No –dijo Acuña-. La quiero, quiero que sea mía. ¿A cuánto me la vende?
-Yo también tengo unas frases buenazas –intervino Townsend.

Acuña sacó entonces su billetera  mientras Favre lo miraba intrigado.

-No es momento para esto. Después le vendo lo que quiera, ahora hay que concentrarnos en el problema.
-Yo no veo ningún problema –dijo Acuña, guardándose la billetera.
-Como le dije –intervino Townsend- no hay problema porque en realidad César no ha mentido al decir que es doctor porque la Complutense sí le dio el título.
-Ese será un problema de abogados y no me meto en esos temas. Pero esto puede servir para que todos los ataquen y eso hay que evitarlo.
-¿Cómo? –preguntó Acuña.
-Hay que mentir pero con la verdad.
-Esa frase también me gusta –dijo Acuña-. ¿Seguro que no quiere que se la compre?
-Pero César –dijo Townsend- yo tengo mejores frases.
-Señor Acuña, cada minuto que pasa es peor para usted. Ahora que ya se denunció lo del plagio usted va a tener que convocar una conferencia de prensa para explicar todo.
-Entiendo –dijo Acuña-. Les explico que el que plagió no fui yo sino el que contraté.
-No, olvídese de eso. Usted va a decir que su tesis no es plagiada.
-Pero sí es plagiada –dijo Acuña.
-Ya lo sé, pero usted va a decir que no, que usted no ha plagiado y que todo ha sido fruto de su esfuerzo.

Townsend asiente con la cabeza.

-Me parece una buena sugerencia.
-No, no es una sugerencia. Es una orden. Ustedes me contrataron para ganar una elección y eso voy a hacer.
-Pero y si me lanzan esas cosas terribles –dijo Acuña.
-¿Tomates? ¿Huevos?
-No, preguntas. ¿Qué voy a hacer si me hacen preguntas?
-No se preocupe. Vamos a procurar llegar hasta las elecciones sin que usted hable. Por eso lo que va a hacer es solo leer una breve declaración y se va sin aceptar preguntas.
-¿Leer? ¿Yo? ¿En serio?
-Claro, no me diga que no sabe leer corrido.
-No, yo cuando corro no leo, prefiero escuchar música.
-Por supuesto que César sabe leer –intervino Townsend-, claro que tampoco es para decir: ¡Dios mío! Qué bien que lee este señor. Tampoco es que sea un gran lector, el otro día se quedó dormido a la mitad de un tuit.
-Los malos hábitos de lectura no importan aquí.  Además, solo será una breve declaración donde haremos hincapié en que usted puso a todos los autores en la bibliografía.
-¿En dónde?
-En la bibliografía.
-¿Y eso qué es?
-¿No sabe que es una bibliografía?
-Claro que sabe –intervino Townsend.

El rostro de Favre se enrojeció.

-¿Así que sabe? –dijo y luego miró a Acuña-. Dígame, ¿qué es una bibliografía?
-Bueno –dijo Acuña- ¿eso no es el estudio de la biblia?

Favre miró fijamente a Townsend.

-Está bien –dijo Townsend-. No sabe pues, no sabe qué es bibliografía ni sabe hacer tesis ni nada. Su tesis de maestría también la mandó a hacer. La única que hizo de verdad fue la de su título de ingeniero y fue desaprobada en forma unánime.
-¿Pero acaso no es ingeniero?
-Sí, claro –dijo Townsend-. Igual le dieron el título. Usted sabe, hay plata como cancha.
-Anel…—dijo Acuña.
-No, espera. Quiero que el señor Favre me diga si por eso lo va a criticar. Está bien, en verdad no es ni doctor, ni magister, ni ingeniero ni bachiller. ¿Y acaso eso es en verdad importante?
-Anel... –dijo Acuña.
-No, déjame seguir. Y si quiere saber más la verdad es que tampoco acabó la secundaria y si acabó la primaria fue porque se la pasaba plagiando. ¿Y eso qué tiene? ¿Acaso eso lo descalifica como candidato?
-Anel…
-No, espera. ¿Y quiere saber cómo pasó el nido?
-Anel,  ya basta –dijo Acuña con fuerza.
-Pero te estoy defendiendo.
-Ya no me defiendas entonces.

Favre volvió a caminar lentamente por el lugar.

-Retomemos. Usted va a leer una breve declaración que yo mismo voy a hacer.
-¿Usted la va a hacer? –preguntó Acuña.
-Sí.
-Mmm…¿y entonces voy a tener que citarlo?
-Claro que no.
-Es que ya me he vuelto un poco paranoico con todo esto de las citas y los plagios.
-Mire, señor Acuña. No se preocupe. No le tomará más de diez minutos leer y luego se va.
-Pero los periodistas van a querer hacerme preguntas.
-Pero usted ya no va a estar. Más bien –dijo mirando a Townsend- usted puede dar la cara y responderle a los periodistas.
-Por supuesto.
-Eso sí va a tener que decir medias verdades o cosas sin mucho sentido.
-No hay problema, yo por llegar al Congreso y porque César gane soy capaz de defender lo indefendible
-Es exactamente lo que va a hacer. Pero eso no es fácil. Si me disculpa, le diré que hay que tener caradura para hacer estas cosas.
-No se preocupe, no tengo ningún problema con eso.
-De acuerdo –dijo Favre.
-Bueno –dijo Acuña-. Entonces ya todo está arreglado.
-Sí –dijo Favre-. Vamos a convocar a la prensa y en un rato más le paso el texto para que vaya practicando.
-De acuerdo, pero hay algo que me preocupa.
-¿Qué cosa?
-Dígame, ¿y si la Universidad Complutense dice que sí se cometió plagio?
-Yo no me preocuparía por eso –dijo Favre.
-¡Qué alivio! –dijo Acuña.
-El que debería preocuparse es usted.


Publicado en la revista Velaverde N°150

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