lunes, 25 de enero de 2016

Acuña: la raza –y la casa- distinta

Llegué hasta la lujosa casa de César Acuña, ubicada en Las Casuarinas. Pese a su recargadísima agenda, el candidato aceptó que lo entreviste en su propio hogar. Toqué el intercomunicador y pregunté por él.

-¿Usted es de la prensa? –me preguntó la voz metálica que salía del aparato.
-Sí.
-Si usted es de la prensa tengo que decirle que aquí no vive el señor.
-Pero esta es la dirección que me dieron.
-Lo siento señor, tengo órdenes de decirle que aquí no vive.
-¿Y quién te dio esas órdenes?
-El señor Acuña.
-Pero es que no me entiendes –le dije al intercomunidador-. El señor Acuña me ha citado para una entrevista.
-¿El señor Acuña lo va a entrevistar a usted? Entonces está buscando trabajo.
-No, yo lo voy a entrevistar a él.
-¿A quién?
-¿Me estás preguntando en serio? A quién va a ser pues. Vengo a entrevistar a Acuña.
-Entonces debes ir a su nueva casa en San Juan de Lurigancho.
-¿Ahora vive allá?
-Solo te puedo decir que las entrevistas las está dando allá.

Un poco incómodo por la situación, decidí emprender camino hasta la dirección que me dictó la voz metálica. El traslado duró varios minutos. Luego, tras una larga caminata, llegué por fin al lugar. Le di un par de golpes a la puerta y esta era tan frágil que parecía que iba a caerse si la volvía a tocar.

Un hombre vestido de terno negro abrió la puerta; llevaba un notorio revolver en el cinto y usaba gafas oscuras. Luego de identificarme me hizo entrar. Atravesamos lo que más parecía un local que una casa y entonces, por fin, apareció sonriente el candidato Acuña. Nos saludamos  y nos sentamos en un mueble bastante cómodo que contrastaba con todo lo que nos rodeaba.



-Señor Acuña, esta no era mi primera pregunta, pero ¿qué hacemos aquí? Mejor dicho, ¿qué hace usted aquí?
-Esta es mi casa, mi nueva casa.
-¿Y la casa de Las Casuarinas?
-Bueno, esa también es mi casa.
-Entonces tiene casas como cancha.

La sonrisa impostada de Acuña se desdibujó por un momento.

-Mire –me dijo-. Lo que tengo lo he logrado gracias a mi esfuerzo. Son años de trabajo y tengo derecho a comprar lo que yo quiera.
-¿Votos también?
-Claro, votos tam…no, no, pero qué está diciendo.
-Bueno, señor Acuña, hemos visto un video donde usted…
-Ese famoso video me tiene cansado –dijo, dejando de lado ya la sonrisa electorera-. Además usted me dijo que lo que buscaba era hacerme un perfil.
- Es que todo ayuda para hacer un perfil. Pero bueno, empecemos de nuevo entonces. Dígame, ¿cómo se definiría usted ideológicamente?
-Bueno, yo me defino como alguien que tiene muchas ideas.
-No le entiendo.
-Yo menos.
-Le estoy preguntando por sus inclinaciones.
-Qué te pasa. Yo soy bien hombre.
-No, señor Acuña. Lo que quiero saber es si usted  es un hombre de derecha o de izquierda.
-Bueno, yo te diría que soy de derecha, la izquierda casi ni la uso.

Me tomé un respiro antes de seguir.

-Creo que no me entiende. A ver, ¿usted cree que el Estado debe intervenir en el mercado?
-Depende. Por aquí hay un mercado que muy limpio no lo veo. Ahí sí yo creo que debe de intervenir.
-Es que yo me refiero al mercado como concepto económico. ¿Me entiende? Por ejemplo, ¿el Estado debe regular?
-Sí,  debe regular.
-Ah bueno, ya nos vamos entendiendo.
-Le debe a los fonavistas, a los que tienen los bonos de Velazco, a los…
-No, señor Acuña. Caramba, nos hemos vuelto a enredar. Mejor hablemos de otro tema. Usted ha dicho que no le gusta leer, pero se presenta como el abanderado de la educación. ¿No es eso una contradicción?
-En lo absoluto, pero puede ser.
-¿Cómo dijo?
-Le digo que leer no es requisito para ser alguien en la vida, basta con un DNI.

Acuña lo dijo con total convencimiento.

-Mejor hablemos de su exesposa.
-Mejor no.
-Según ella, una noche usted la arrojó por las escaleras solo porque lo descubrió con su amante.
-Es falso. Es increíble todo lo que se puede decir para hacer daño.
 -¿Entonces ella no lo encontró con su amante?
-Bueno, eso sí.
-Ya pero entonces, ¿usted no la arrojó por las escaleras?
-Sí, claro, yo la arrojé.
-¿Entonces por qué dice que miente?
-Es que no fue de noche, fue en la tarde. Tremenda mentirosa.
-A ver, señor Acuña, hablemos de su dinero.
-¿Cuánto quieres?
-No, yo no quiero nada.
-¿En serio? ¿No quieres plata? ¿Te sientes bien?

En ese momento, el hombre de terno que me había dejado ingresar, se acercó a nosotros y le recordó  a Acuña que debía cortar la entrevista porque tenía una reunión en el partido.

-Caramba –le dije-. No hemos hablado casi nada.
-Le prometo que la próxima tendremos más tiempo.
-¿La próxima semana?
-No, la próxima elección.
-Antes de irme –le dije-. Solo una última cosa.
-Dime.
-¿No le molesta que la mayoría de gente no sepa el origen de su fortuna?
-No, todo lo contrario.


Publicado en la revista Velaverde Nº148

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