lunes, 13 de abril de 2015

Cateriano y el sacrificio demócrata

Pedro Cateriano ingresó a Palacio de Gobierno, mientras era saludado por la guardia presidencial apostada en la puerta. Un edecán lo llevó hasta uno de los salones donde el presidente Humala y otra persona que no conocía lo estaban esperando.

-¿Cómo estás, Pedro?

Cateriano se contuvo y miró al extraño.

-No, te preocupes Pedro, dime nomás. Él es de confianza.

El Premier asintió.

-¿Que cómo estoy? Estoy y no estoy. Me he desdoblado tanto que ya no sé ni quién soy. Me he visto a mí mismo como si yo fuera otro, me he escuchado pidiendo diálogo, demandando conciliación, ¡Sabe lo extraño que es eso!, lo peor de todo, me he visto saludando a Keiko, ¡Se imagina!, dándole la mano a Alan, ¡Por Dios!, hasta me he visto sonriéndole a Mulder. ¡Y me pregunta cómo estoy!




-Calma Pedro, calma-dijo Humala-. Más bien, recuéstate aquí.
-¿En ese diván?
-Sí.
-Ya solo falta que me traiga un loquero.

El hombre desconocido se levantó de su asiento y  estiró la mano hacia el Premier.

-No soy loquero, pero soy psicoanalista.

Cateriano, casi sin pensar, le dio un apretón de manos.

-Este el doctor Medina. –dijo Humala.
-He escuchado mucho de usted.
-No hagas caso –dijo Humala-. Tú sabes Pedro que la gente envidiosa siempre cuenta chismes.
-Al contrario, he oído cosas buenas de usted doctor –dijo Cateriano-. Me dicen que es una eminencia.
-Pedro, te agradecería que dejemos los insultos de lado.

Cateriano y el doctor Medina se miraron, desconcertados.


-Mira, Pedro –dijo Humala-. Nadine y yo sabíamos que todo este cambio de actitud, este de contenerse ante las cámaras, esto de no poder insultar a los fujimoristas y apristas te iba a resultar muy complicado.  Por eso hemos pensado en el doctor Medina.
-¿Él se va a encargar de insultarlos ahora?
-No –dijo Humala.
-Usted dígame nomás doctor –dijo Cateriano-. Tengo una larga lista de insultos todavía inéditos.
-Vamos Pedro, te estoy diciendo que no.

El doctor Media dio una respiración profunda.

-Señor presidente –dijo el psicoanalista-. Todo está bien. No se preocupe. Déjenos solos nomás.

Humala asintió. Se despidió de ambos y salió de la oficina. El doctor Medina le señaló el diván a Cateriano y este, resignado, se recostó sobre él.

-Muy bien, señor Cateriano.
-Vamos doctor, qué es eso de ‘señor Cateriano’. Dígame señor Premier nomás.
-Muy  bien, señor Premier. Entiendo que está teniendo problemas para cumplir su papel a cabalidad.
-Es muy difícil. El otro día estaba hablando con Keiko y mientras ella me decía cosas, yo veía que sus labios se movían, pero le juro que no podía escucharla. Solo veía su rostro y en él aparecía el de Fujimori y después el de Montesinos. Fue horrible, siempre me ha perturbado el peinado de Montesinos.
-¿Y con Alan fue igual?
-Creo que peor. Necesité realmente todas mis fuerzas para controlarme y no reclamarle por el daño que le hizo al país. Encima se puso a leer en voz alta los nueve volúmenes completos de su última obra. Fue insoportable, sobre todo porque yo ya la había leído.
-¿Y ahora cómo se siente?
-Pues confundido. A veces pienso que estoy yendo contra mis principios, a veces pienso que mis principios están yendo contra mí.
-Pero usted lo está haciendo por el bien de la democracia.
-Ah sí, claro, seguro que sí. No vaya a creer que lo hago solo para ser Premier. Tengo mis límites.

En ese momento ingresa Humala.

-Perdón que los interrumpa, pero esto es urgente.
-¿Qué pasa? –dijo Cateriano, reincorporándose del diván.
-Ha llamado Keiko a decirnos que van a votar para darte la confianza, pero con una condición.
-¿Con una condición? Pero, ¡qué se habrá creído!
-Pero si no le haces caso tendremos que buscar otro Premier.

Cateriano movió la cabeza de un lado a otro.

-¿Y qué es lo que quiere? -dijo.
-Que te grabes moviéndote al ritmo del “Baile del Chino”.
-¡Qué cosa!
-Y que subas el video a Youtube.
-Ah no, te juro que eso sí no lo voy a hacer.
-¿Por dignidad?
-No, nunca aprendí a subir videos.   

Publicado en la revista Velaverde Nº110

No hay comentarios:

Publicar un comentario