Llegué al jirón Amazonas, el mítico paraíso de los
libros, como quien llega a la tierra prometida, con emoción aunque también con cuidado
y mirando a todos lados; después de todo es un peregrinaje en los inseguros tiempos
de Urresti.
Había
ido en busca de una extraña edición de un libro de Ribeyro, pero encontré más
que eso. Flanqueado por una obra de Eurípides y una biografía de Platón, un
grueso volumen de tapa gruesa me llamó la atención. Al tomarlo y abrirlo quedé
absorto, deslumbrado. Con letras góticas y escrito a mano, el libro albergaba
cientos de décimas que daban cuenta de los pormenores de la política peruana de
los últimos años. Se trataba, sin duda, al margen de su posible valía literaria
o histórica, de un ejemplar único. Y aunque el tipo de escritura me recordaba a
aquellos volúmenes escritos hace siglos por las órdenes monásticas, el tenor de
los textos era sencillo, coloquial y, hasta alguien podría decir, divertido.
-Oiga
-me dijo el librero casi octogenario que apareció de pronto-. Deje eso ahí.
-¿Cuánto
está?
-No
está en venta.
-¿Cómo
de que no?
El
hombre dio un par de pasos cansados y me quitó el ejemplar.
-Está
ahí por error.
Luego
caminó hasta una suerte de pequeña oficinita. Avancé hacia él y vi sobre el
escritorio de madera una hoja de décimas recién terminadas.
-¿Usted
es el que ha escrito todo eso?
-Sí
–me dijo despacio, en tono de confesión.
-¿Seguro
que no vende el libro?
Antes
que me respondiera, advertí que detrás de él, varios de esos libros se
acumulaban en un rincón.
-Ninguno
de ellos está en venta. Pero toma –me dijo acercándome la hoja con la tinta
fresca-. Te regalo esto de recuerdo, pero no insistas. No quiero publicidad, no
quiero nada.
-Solo
dígame una cosa, ¿cómo así se dedica a esto?
-Mi
padre me pidió que lo superara.
-Ya
veo. Su padre también hacía lo mismo.
-No,
él era bien católico y hacía novenas…y bueno yo….
A
continuación, la fiel transcripción de la hoja:
Ollanta y Nadine
están
con mucha
preocupación
¿Refugio o
extradición?
Alguno de ellos será.
Mientras tanto
buscarán
cuál es la mejor
manera
que Belaúnde no sea
para ellos una carga,
pues aunque a veces
tarda
la justicia siempre
llega
Martín Belaúnde al
fin
contento está en La
Paz,
esconderse quedó
atrás.
Ahora podrá residir
y plácidamente dormir,
esperando que la
CONARE
con el trámite no
pare
hasta que le den
refugio.
O buscar un artilugio
y que en la cárcel no
acabe
Mientras tanto en el
Perú
Ana Jara está perdida
pues del reglaje ella
sabía
lo mismo que de
Katmandú.
Y ahora que salió a
la luz
trata de esquivar el
golpe.
Por eso solo
responde:
inocente es el gobierno,
ya que a nadie está
siguiendo.
Pero es obvio que
algo esconde.
El que sigue igualito,
insultando a medio
mundo
y cerrando bien el
puño,
es Urresti, el
favorito.
De criterio muy
chiquito
pero que se pone
bravo
con quien lo haya
criticado.
Y es que se cree popular.
Hasta parece no
importar
que el delito haya
aumentado
Y así seguimos
viviendo
en este país tan
extraño
donde empezamos el
año
con el dólar por el
cielo,
la justicia por el
suelo.
Y un gobierno confundido
sin un rumbo definido,
pensando más en Bolivia,
gobernando con
desidia
un mandato ya perdido.
Publicado en la revista Velaverde Nº99
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